Empatía, el poder de las relaciones.
En general, al referirnos a la empatía pensamos en virtud, sensibilidad, interés en los demás. Podemos encontrar definiciones como: “la capacidad de ponerse en la piel del otro”, o “la habilidad para entender que piensa y siente el otro en un momento determinado”, y muchas más acepciones que todas tienen en común que “TU y el OTRO están en sintonía, o por lo menos se captan las vibraciones del otro”.
Actualmente, se sabe científicamente que la empatía tiene connotaciones biológicas y naturales en nosotros y otras especies. Cuando vemos a alguien sufriendo o alegre, estas sensaciones son captadas por nuestro cerebro e interpretadas como algo próximo que se incorpora y que nuestro estado de ánimo intenta mimetizar. Hay líneas de investigación como las que propone Marco Iacoboni que profundizan en lo que se les llama las neuronas espejo, conjunto neuronal situada en el área de Broca, que permite ver al otro en nuestro interior. Esta capacidad seguramente ayuda al aprendizaje por imitación, e incluso juega un papel decisivo en la interpretación de las intenciones de los otros, es por tanto un talento vital para la vida de relación, y la sintonía de las emociones.
Pues bien, esta hermosa capacidad, con sustrato natural, que nos facilita el sentir, o por lo menos comprender lo que sienten otras personas es la empatía. Aunque en parte reside en nosotros, precisa además de una cierta sensibilidad y paciencia en captarlo. Las neuronas espejo se activan con el movimiento o el sentimiento de otras personas, pero precisan de la implicación del sistema límbico para crear un estímulo emocional, parece ser que a través de la zona de la ínsula cerebral se vinculan acción y emocion.
El proceso de la empatía nos permite mostramos receptivos y nos facilita mimetizarnos en un cierto grado con el otro. Ello provoca una poderosa fuerza de vinculación, de unión, de grupo, de equipo, de personas que sienten juntas, casi configurando un mismo cuerpo y sintiéndose unidad.
¿La empatía se atrofia en el mundo actual?.
En el ascensor, 3 personas con sus pensamientos fríos como el hielo ni se saludan. Compañeros de trabajo que no saben que algunos están sufriendo a su alrededor, niños que se ríen de otros, decisiones que terminan con un “que se fastidien” o peor. Parece que nuestros intereses, objetivos, egos tienen absoluta prioridad frente a lo que nos rodea.
¿Somos capaces de aislar y bloquear las neuronas espejo?. Bien es cierto, que la sociedad nos obliga a ser un poco resistentes y a mantener nuestra propia identidad, pero cuando estas formas de conducta son insensibles y a-empáticas tienen un alto coste en las relaciones, en el trabajo, y en la comunidad.
Si nos centramos en el trabajo. La empatía es pieza vinculante del trabajo en equipo.
No hay negociación, compromiso de ventas, relación que no contenga altas dosis de empatía. Sin embargo, en algunas ocasiones no está, haciendo más difícil no sólo la relación sino el objetivo empresarial.
Dado que tiene un sustrato fisiológico y natural en nosotros, es fácil desarrollar la empatía.
Por ejemplo, procura prestar mucha atención a lo que te dicen, mira a los ojos mientras escuchas, escucha de verdad con interés, observa los gestos faciales, el lenguaje corporal, el tono de voz y sobre todo pregunta lo que no entiendas e incluso pregunta lo que si entiendes pero matízalo, concrétalo, parafrasea, con la finalidad de establecer un claro interés por el asunto que os involucra. Si das una sonrisa en el momento oportuno, si tu cara expresa aproximación y mimo a la persona con la que te comunicas, la magia de la sintonía y en definitiva la empatía se desarrolla. Practícalo, te sentirás más feliz, pues el interés por los demás crea, en general, bienestar. Muchas veces ya lo haces, con quien te agrada, ¿porqué no lo intentas con otras personas?.
Hay personas, que por don natural captan excepcionalmente el sentir de los otros, las hay que tienen una expresión facial que muestra vinculación, tienen el don de ser más empáticos, pero todos somos capaces de movilizar nuestra expresión facial, de prestar verdadero interés por el sentir y en definitiva ponernos en la piel del otro.