Nuestra capacidad para concentrarnos se ve violada por las miles de notificaciones, mensajes, mini-infos, vibraciones del reloj, llamadas, consultas a tu smartphone (dicen que cada 6 minutos se suele consultar) que llegamos a perder la noción del tiempo consumido. Es fácil comprobarlo: ¿Cumples con tu agenda? ¿terminas el día y se ha volatilizado sin hacer o terminar aquello que dijiste era importante? ¿Tocas muchas veces el móvil? ¿esperas con ganas el último WhatsApp?, ¿Twitteas para estar al día de la última barbaridad política?, ¿te quedas absorbido en el simpático Instagram? o ¿el micro video TikTok te ha sorprendido?, cientos de pequeñas distracciones compensadas por el placer inmediato y pequeñas dosis de dopamina que terminan por confundir lo que es nuestro verdadero deseo y nuestra auténtica decisión.
Actualmente, en el teletrabajo estos riesgos son todavía mayores, antes las distracciones eran los comentarios de tu compañero de trabajo que, en general, solían coincidir con los temas de trabajo.
La pérdida de foco y atención se suma a las distracciones profundas perdiendo de vista los valores que queremos nos representen (algún Tuit inapropiado), e incluso puedes extraviar las metas y propósitos que te planteaste. La libertad en estos contextos no existe, haciéndonos esclavos de esta enfermedad que James Williams llama clickbait.
No es sólo desenfoque en el procesamiento de la información en la que debemos trabajar, es peor pues el conjuro de impactos puede lograr que no pensemos, hablemos, construyamos relatos no pertinentes. El conjuro puede mermar nuestra libertad, pudiendo robar nuestras propias decisiones.
Vale pena que lo pensemos, no es cosa baladí, que descansemos menos horas, prestemos menos atención a nuestros seres queridos, no dispongamos de tiempos de reflexión personal, etc. Sólo podemos decidir si somos libres. No es un tema de millenials, todos estamos atrapados.
Me encanta la tecnología, siempre que esté a nuestro servicio y por ello conviene que repensemos cómo la usamos, si respetamos nuestros valores , pues si no racionalizamos nuestros tiempos de redes sociales, si no imponemos nuestra voluntad, puede que no estemos decidiendo nosotros.